domingo, 11 de septiembre de 2011

Karl Marx tenía razón


Karl Marx pudo haberse equivocado con el comunismo pero, en lo que se refiere al capitalismo, mucho de lo que dijo resultó ser correcto, como señala el filósofo John Gray, quien escribió este artículo para la BBC.

Como efecto secundario de la crisis financiera, más y más gente está dándose cuenta de que Karl Marx estaba en lo cierto.

El gran filósofo alemán del siglo XIX, economista y revolucionario, pensaba que el capitalismo era radicalmente inestable.

Tenía incorporada la tendencia de producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí mismo.

A Marx le complacía esa característica: estaba seguro de que habría una revolución popular, la cual engendraría un sistema comunista que sería más productivo y mucho más humano.

Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero su percepción de la revolución del capitalismo fue proféticamente acertada.

No fue sólo sobre el hecho de que en ese sistema la inestabilidad era endémica, aunque en ese respecto fue más perspicaz que la mayoría de los economistas de su época y de la actualidad.

A un nivel más profundo, Marx entendió cómo el capitalismo destruye su propia base social: la forma de vida de la clase media.

La terminología marxista de burgueses y proletariado suena arcaica.

Pero cuando argumentó que el capitalismo hundiría a la clase media en algo parecido a la existencia precaria de los angustiados trabajadores de su época, Marx anticipó un cambio en la manera en la que vivimos que apenas ahora estamos teniendo que afrontar.

Destrucción creativa

Para Marx, el capitalismo era la teoría económica más revolucionaria de la historia, y no hay duda que difiere radicalmente de los sistemas previos.

Las culturas de los cazadores-recolectores persistieron con su forma de vida por miles de años, las esclavistas por casi el mismo tiempo y las feudales por muchos siglos. En contraste, el capitalismo transforma todo lo que toca.


No son sólo las marcas las que cambian constantemente. Compañías e industrias se crean y se destruyen en una corriente incesante de innovación, mientras que las relaciones humanas se disuelven y reinventan en formas novedosas.

El capitalismo ha sido descrito como un proceso de destrucción creativa, y nadie puede negar que ha sido prodigiosamente productivo.

Prácticamente todos los que viven en países como el Reino Unido hoy en día reciben ingresos reales más altos de los que habrían recibido si el capitalismo no hubiera existido nunca.

El problema es que entre las cosas que se han destruido en el proceso está la forma de vida de la que, en el pasado, había dependido el capitalismo.

La promesa...

Los defensores del capitalismo argumentan que le ofrece a todos los beneficios que en la época de Marx sólo tenían los burgueses, la clase media asentada que poseía capital y tenía un nivel razonable de seguridad y libertad durante su vida.

En el capitalismo del siglo XIX, la mayoría de la gente no tenía nada. Vivían de vender su labor y cuando los mercados se debilitaban, enfrentaban dificultades.

Pero a medida que el capitalismo evolucionó -dicen sus defensores-, un número mayor de personas se beneficiaron.

Carreras satisfactorias dejaron de ser la prerrogativa de unos pocos. La gente dejó de tener dificultades todos los meses por vivir de un salario inseguro. Las personas estaban protegidas por sus ahorros, la casa que poseían y una pensión decente, así que podían planear sus vidas sin temor.

Con la expansión de la democracia y la riqueza, nadie se iba a quedar sin una vida burguesa. Todos podían ser clase media.

La realidad

De hecho, en el Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados, durante los últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo opuesto.
No existe la seguridad laboral, muchas de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras que duran toda la vida no son mucho más que un recuerdo.

Si la gente posee alguna riqueza, está en sus casas, pero los precios de la propiedad raíz no siempre aumentan. Cuando el crédito es restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por años. Una menguante minoría puede seguir contando con una pensión con la cual vivir cómodamente y pocos cuentan con ahorros significativos.

Más y más gente vive al día, con muy poca idea sobre qué traerá el futuro.

La clase media solía pensar que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada escalón está más arriba que el anterior.

En el proceso de creación destructiva, la escalera desapareció y para cada vez más personas, ser de clase media ya no es siquiera una aspiración.

Ganancia negativa

A medida que el capitalismo ha ido avanzado, ha llevado a la mayoría de la gente a una nueva versión de la precaria existencia del proletariado del que hablaba Marx.

Los salarios son más altos y, en algunos lugares, en cierto grado hay un colchón contra los sacudones gracias a lo que queda del Estado de bienestar.

Pero tenemos poco control efectivo sobre el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas para lidiar con la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la que tenemos que vivir.

Tasas de interés del 0% conjugadas con el alza de precios implica que uno recibe beneficios negativos por su dinero y produce la erosión del capital.

La situación para muchos jóvenes es aún peor. Para poder adquirir las habilidades indispensables para conseguir empleo, hay que endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar, hay que ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo último que podrá hacer.

Cualquiera que sea la edad, la perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es una vida entera de inseguridad.

Quienes se arriesgan

Al mismo tiempo que ha despojado a la gente de la seguridad de la vida burguesa, el capitalismo volvió obsoleto al tipo de persona que disfrutaba de la vida burguesa.
En los '80s se habló mucho de los valores victorianos, y los promotores del mercado libre solían asegurar que éste reviviría las virtudes del pasado.

Pero el hecho es que el mercado libre socava las virtudes que mantienen el estilo de vida burgués.

Cuando los ahorros se están desvaneciendo, ser cauteloso puede llevar a la ruina. Es la persona que pide grandes prestamos y que no le tiene miedo a declararse en bancarrota la que sobrevive y prospera.

Cuando el mercado laboral es volátil, no son aquellos que cumplen cabalmente con las obligaciones de su trabajo quienes tienen éxito, sino los que siempre están listos a intentar algo nuevo que aparenta ser más prometedor.

En una sociedad que está siendo transformada continuamente por las fuerzas del mercado, los valores tradicionales son disfuncionales y quien quiera vivir de acuerdo a ellos está en riesgo de terminar en la caneca de la basura.

Se desvaneció en el aire

Examinando un futuro en el que el mercado permea todas las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto Comunista: "todo lo que es sólido se desvanece en el aire". Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana temprana -el Manifiesto fue publicado en 1848- era una observación asombrosamente visionaria.

En esa época, nada parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx.


Un siglo y medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en cualquier momento.

Un pequeño puñado de gente ha acumulado vastas riquezas pero incluso eso tiene una cualidad de evanescente, casi fantasmal.

En los tiempos victorianos, los verdaderamente ricos podían darse el lujo de relajarse, si eran conservadores a la hora de invertir su dinero. Cuando los héroes de las novelas de Dickens finalmente reciben su herencia, no vuelven a hacer nada jamás.

Hoy en día, no existe un remanso de seguridad. Los giros del mercado son tales que nadie puede saber qué mantendrá su valor, ni siquiera dentro de unos pocos años.

No fue el mayordomo

Este estado de alteración perpetua es la revolución permanente del capitalismo y yo pienso que nos acompañará en cualquier futuro imaginable realísticamente.

Estamos apenas a mitad de camino de una crisis financiera que pondrá muchas cosas de cabeza.

Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto con partes del sistema financiero que creíamos seguro.

No se ha lidiado con los riesgos que amenazaban con congelar a la economía mundial hace apenas tres años. Lo único que se ha hecho es obligar a los Estados a asumirlos.

No importa qué digan los políticos sobre la necesidad de frenar el déficit, deudas de la magnitud de las que se han incurrido no pueden ser pagadas. Es casi seguro que lo que harán es manejarlas recurriendo a la inflación, un proceso que está abocado a ser muy doloroso y empobrecedor para muchos.

El resultado sólo puede ser más agitación política, a una escala aún mayor.

Pero no será el final del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir teniendo que aprender a vivir con la energía errática que el mercado emanó.

El capitalismo llevó a una revolución pero no la que Marx esperaba. El exaltado pensador alemán odiaba la vida burguesa y pensó en el comunismo para destruirla.

Tal como predijo, el mundo burgués ha sido destruido.

Pero no fue el comunismo el que cometió el acto.

Fue el capitalismo el que mató a la burguesía

(Ver en: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/09/110906_marx_capitalismo.shtml )

El castillo Unanue o casa hacienda Arona



Por: JUAN LUIS ORREGO PENAGOS
(Historiador y profesor del Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica)

A la altura del kilómetro 141 de la Panamericana Sur, entre los distritos de San Luis y San Vicente de Cañete, nos encontramos con este hermoso castillo de estilo morisco construido a lo largo del siglo XIX. ¿Cómo empieza su historia? Hasta el siglo XVIII, aquí estaba la Hacienda Arona (cuyo nombre primitivo fue Matarratones), propiedad de don Agustín de Landaburu, quien la dejó como herencia a su hijo. Sin embargo, éste, al no tener descendencia, se la obsequió a su preceptor, el médico, científico y insigne prócer de nuestra Independencia, don Hipólito Unanue. Era una hacienda azucarera, que recibió el nombre de Arona en alusión a un municipio del mismo nombre ubicado en Tenerife (Islas Canarias). Según algunas noticias, la construcción de este complejo azucarero colonial data del siglo XVII, y fue culminado, incluyendo la capilla, en la centuria siguiente. Hasta inicios del siglo XIX, en sus viejos galpones, vivían poco más de 400 esclavos negros de ambos sexos y de toda edad.

Cuando el Prócer tomó propiedad del complejo azucarero, fue conocida, genéricamente, como “hacienda Unanue”. Don Hipólito murió aquí, ya retirado de la política, en 1833, y el complejo fue dividido entre sus dos hijos. A su hija Francisca le tocó la Hacienda Arona (aquí luego viviría Pedro Paz Soldán y Unanue, hijo de Pedro Paz Soldán y de Francisca Unanue, más conocido con el sobrenombre de Juan de Arona) y a su hijo José un fundo que tomó el nombre de Unanue. Fue don José, entonces, el que inició, en 1843, la construcción de la nueva casa hacienda, de estilo arabesco, popularmente conocida como “Castillo Unanue”. El 5 de enero de 1895, murió intestado en Chorrillos.


La construcción del popular “Castillo” comenzó a fines de 1843 y demoró hasta finales de la década de 1890, casi 60 años de esfuerzo del hijo del Prócer que, de esta manera, cumplió el sueño de construir la residencia más lujosa de la costa peruana, además de un homenaje a la memoria de si ilustre padre. Se calcula que se gastó unos mil pesos de oro, poco más de un millón de dólares de nuestros días. Los vitrales, los mármoles y las rejas de fierro y bronce, por ejemplo, fueron traídos desde Italia. El estilo del edificio es mozárabe, siguiendo una línea neogótica. También hay túneles y calabozos, que se usaron en 1924 como primera cárcel del pueblo de Cañete. La ligera elevación de la construcción, al parecer, se debe a la existencia de una huaca prehispánica.

Por esta deslumbrante mansión pasaron, Alexander von Humboldt, Benjamín Vicuña Mackenna, Ernest Middendorf, Antonio Raimondi y Jorge Basadre. Según algunos, su construcción sería única en su género en América del Sur, sólo comparada con el castillo del emperador Pedro II de Brasil, cerca de Río de Janeiro.

Se cuentan varias historias relacionadas al “Castillo Unanue”. Una se refiere a que, por reclamar su propiedad, un centenar de comuneros del fundo Cochahuasí fueron encerrados en los subterráneos del Castillo y nunca más se supo de ellos, no salieron con vida. Otra tradición oral de Cañete asegura que el “Castillo” tiene tres túneles; uno lo conecta con la Hacienda Montalbán (a 3 kilómetros); el otro con la Hacienda Arona (a 5 kilómetros) y de allí al puerto de Cerro Azul (a 10 kilómetros) y el tercero a playa de Cochahuasí (a 3 kilómetros). También dicen que estos caminos subterráneos habrían servido de escape a varios ladrones o delincuentes de la zona. El tradicionista Ricardo Palma narra que “recuerdan los viejos naturales de Cañete, la figura varonil por los caminos cabalgando en el más brioso potro del valle… ¡Es don José!, ¡es don José Unanue, decían los cañetanos, cediendo respetuosos el paso al rico hombre que avanzaba gallardo y donjuanero a visitar las rancherías”.

Por su lado, Eugenio Alarco Larrabure, tataranieto de Hipólito Unanue, comentaba, en 1999, cuando tenía 91 años de edad, que fue José Unanue de la Cuba (hijo de Hipólito), quien –en uno de sus viajes al río Rin de Alemania– compró uno de los castillos que se encontraba en la ciudad de Baviera, “tomó uno de los barcos que por esos días se enrumbaba al Perú y aprovechó para trasladar gran parte del castillo. Trajo ventanas, puertas, muebles, vidrios, mármoles, rejas, y lo desembarcó directamente en el muelle de Cerro Azul”… sesenta años tardó para que ‘Pepe’ hiciera realidad el sueño de tener la residencia más suntuosa de la costa peruana, en la memoria de su padre”. Según Víctor Andrés García Belaunde (en Cañete Ayer y Hoy), el “Castillo” se ubicaba dentro “de un bellísimo fundo de 900 fanegadas que recorrido por un ferrocarril a vapor comunicaba con sus oficinas”.

Con la Reforma Agraria decretada por Velasco, le vino la decadencia al “Castillo”. No solo vino el saqueo de su mobiliario sino que también se secó el jardín botánico en el que había palmeras, magnolias, nogales, pinos y alcornoques; también desaparecieron los pavos reales, patos, halcones, gorriones, chilipillos, jilgueros, colibríes, faisanes y gansos; también las tortugas y peces de colores llamados purpurinos, tornasolados y dorados. Luego, en 1972, fue declarado Monumento Histórico Nacional. Sin embargo, a pesar de su cercanía a Lima y de su notable importancia histórica y arquitectónica, poca gente conoce esta mansión republicana. En 1999, se invirtieron algunos miles de dólares para hacer un estudio y poner en valor el monumento, pero el proyecto no prosperó.


Lamentablemente, el terremoto del 15 de agosto de 2007 afectó sus cimientos, y derruyeron las cuatro torres coronadas con merlones y almenas que servían para proteger el pecho del guerrero; las grietas, por su lado, alcanzan a las troneras y saeteras diseñadas para disparar flechas, piedras o agua hirviendo al enemigo. También se encuentran afectados los cuatro minaretes que en alto relieve inscriben la señal de la cruz como las mezquitas de Tierra Santa. Se supone que son los trabajadores de la ex “Cooperativa Agraria de Usuarios Cerro Blanco Unanue” los que administran el palacio republicano.

Ver en: http://blog.pucp.edu.pe/item/142275/el-castillo-unanue-o-casa-hacienda-arona-canete 

Sismo de 4.4 grados remeció Cañete


El movimiento sísmico se registró a 92 kilómetros al Oeste-Suroeste de San Vicente, con una intensidad II.

Un sismo de 4.4 grados de magnitud en la escala de Richter sacudió esta mañana la localidad de Cañete al sur de Lima.


Según el Instituto Geofísico del Perú (IGP), el movimiento sísmico se registró a las 07:40 a.m. El epicentro estuvo ubicado a 92 kilómetros al Oeste–Suroeste de San Vicente de Cañete a una profundidad de 38 kilómetros, con intensidad II.

El Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), a través del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) informó que no se registraron daños personales ni materiales.